"¡Valor, esposa mía!, ten ánimo, estás siempre con tu Dios, si bien a veces no lo ves y no lo sientes. El sentirlo da certeza, pero disminuye la fe; al que quiero ejercitar con perfección en esta virtud, le privo de esta prueba sensible. Se trata de crecer, y de crecer sin comprender, y sin querer comprender; así se sujeta la razón, así se alaba a Dios. ¿Quieres darle placer? no escudriñes sus designios respecto a ti, déjate tratar como Él quiera y cuanto Él quiera. Dios para sujetar sus designios, no necesita usar de aquellos medios que los hombres creen oportunos e indispensables para obtener los mismos resultados. Con un acto de su voluntad puede hacer aquello que necesitaría años y años de trabajo. Crees que orando todo lo que tu quieres y lo que tienes costumbre de orar, satisfaces plenamente a tus deberes; pero Yo, que veo más profundamente que lo que tú ves, descubro en tu corazón un gusano que intentará roerte, nada aparece al exterior, pero interiormente hay una secreta complacencia, una refinada soberbia, que bajo el aspecto de piedad te hace abrazar aquellas prácticas que las más de las veces sirven para alimentar el orgullo. ¿Qué hace entonces el Divino Amante? Corta sin piedad alguna, cecerna sin compasión, sin atender los gemidos de la naturaleza herida; quiero quitar de ti todo lo que haya de maleado y corrompido para que no cause daños mayores...".
Mensaje de Jesús
a Sor Benigna Consolata.
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