Ut Ómnibus Glorificetur Deus (para que en todo sea glorificado Dios).

Santa Regla de San Benito, capítulo 57.

lunes, 15 de octubre de 2018

Amor a Dios



Si, que no está el amor de Dios en tener lágrimas, ni estos gustos y ternura que por la mayor parte los deseamos y consolamos con ellos; sino en servir con justicia y fortaleza de alma y humildad. Recibir, más me parece a mí eso, que no dar nosotros nada.


 Santa Teresa de Ávila

miércoles, 5 de septiembre de 2018

La ciudad del alma



Es necesario saber que quien se entretiene en palabras perjudiciales, se aparta de todo criterio de rectitud. El alma humana, al igual que el agua, si se encierra, sube de nivel volviendo al lugar desde el que había bajado; pero si se libera, se desparrama y pierde en las cosas más bajas; tantos son los remolinos que le sacan fuera de sí como conversaciones inútiles rompen su silencio. Por eso, no logra volver interiormente al conocimiento de sí, porque esparcida exteriormente en muchas conversaciones, pierde la fuerza de la reflexión interior. Así pues, se expone por completo a las heridas del enemigo que ataca, porque no se ha encerrado en fortaleza alguna que le custodie... Como no posee el muro del silencio, la ciudad del alma está expuesta a las flechas del enemigo y cuando sale fuera de sí misma por medio de las palabras, se presenta indefensa al adversario que le vence sin esfuerzo, porque la misma que es derrotada lucha contra sí debido a su verborrea.

San Gregorio Magno

viernes, 17 de agosto de 2018

Oración



Entendí estás palabras: "Ya no quiero que tengas conversaciones con hombres, sino con ángeles".


Santa Teresa de Ávila

lunes, 19 de febrero de 2018

Salmodiar



Si Pablo, hostigado por innumerables flagelos, aherrojado con cadenas, estando en la cárcel, a media noche, cuando a todos invade el sueño más agradable, alaba con Silas continuamente a Dios, y ni el lugar, ni el tiempo, ni la preocupación, ni el sueño del tirano, ni aquellos trabajos, ni los dolores, ni ninguna otra cosa le hacían interrumpir aquella melodía; mucho más nosotros, que vivimos plácidamente y gozamos de los bienes de Dios, nos conviene entonar himnos que le den gracias, de modo que si alguna cosa aflojara nuestra alma por la ebriedad o por la voracidad, viniendo después la salmodia [nuestra alma] pueda rechazar todas aquellas ímprobas y vacías resoluciones. Y lo mismo que muchos ricos llenando de bálsamo la esponja limpian las mesas para que, si ha quedado alguna mancha de los alimentos, desaparezca y quede la mesa más limpia; así también hemos de hacer nosotros lo mismo, llenando la boca con el bálsamo de la melodía espiritual, para que, si aparece una mancha en el alma por la voracidad, la limpiemos con aquella melodía, y todos a una digamos: Nos has deleitado, Señor, con tus hazañas, y gozaremos con las obras de tus manos (Sal  91, 5)


Juan Crisóstomo