Le preguntaban a Sinclética si la pobreza era un bien perfecto. Ella respondió: "está bien para quienes son capaces. Aquellos que la soportan, en efecto, obtienen desprecio para la carne y reposo para el alma. Así como se lavan y blanquean los vestidos resistentes pisoteándolos y retorciéndolos con fuerza en todos los sentidos, así el alma fuerte se vuelve vigorosa gracias a la pobreza voluntaria".