[...] lo que se ha de procurar es morir plenamente a la pasión desordenada de alabanzas humanas, honras, favores y complacencia, deseando que todos le desprecien, burlen, y confundan. ¡Oh qué raros son los que buscan y desean estad virtudes y mucho más escasos quienes hacen por adquirirlas. Posiblemente se encuentra alguno que no busca honores ni obra por agradar a los otros, sin embargo, son rarísimos los que en el fondo de su corazón desean ser postergados, confundidos, burlados y despreciados. Y aunque piensen a veces que se desprecian a sí mismos, en el fondo de su corazón desconfían. Será verdad cuando lo experimentan en carnes vivas; por ejemplo, recibiendo inesperadamente grandes desprecios y confusión si lo aceptan al instante con todo gusto sin altararse.
Enrique Herp