miércoles, 26 de junio de 2013
Intensidad del amor de Dios a su pueblo
Yo soy el Señor, Dios tuyo, Dios celoso (Ex 20, 5). Considera la benignidad de Dios, como, para enseñarnos y hacernos perfectos, no rechaza la debilidad de las pasiones humanas. ¿Quién, al oír Dios celoso no se admirará al momento y creerá que se trata de un vicio de fargilidad humana?
Dios hace y sufre todo por nosotros y para que podamos ser enseñados, habla de pasiones que nos son conocidas y familiares. Veamos, pues, qué quiere decir: Soy un Dios celoso. (...) Y se llama Dios celoso porque no tolera que el alma que se ha entregado a Él se mezcle con los demonios.
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