Ut Ómnibus Glorificetur Deus (para que en todo sea glorificado Dios).

Santa Regla de San Benito, capítulo 57.

martes, 8 de marzo de 2022

La voz del Señor


 

¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? (Sal 33, 13; cf. 1P 3, 10). Y si tú al oírlo respondes: "yo". Dios te dice:

"Si deseas tener vida eterna y verdadera, guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella" (Sal 33, 14-15). Y cuando esto hiciereis, mis ojos se fijarán en vosotros y mis oídos atenderán vuestras súplicas (Sal 33, 16), y antes de que me invoquéis, os diré: Aquí estoy (cf. Is 58,9; 65, 24). ¿Qué cosa más dulce para nosotros, hermanos, que esta voz del Señor que nos invita? Ved cómo el Señor, en su piedad, nos muestra el camino de la vida. Ceñidos, pues, con la fe y la observancia de las buenas obras, y tomando por guía el Evangelio, sigamos sus caminos, para que merezcamos ver a aquel que nos llamó a su reino.

Y si queremos habitar en la morada de su reino, sepamos que no llegaremos allí sino corriendo con las buenas obras. Pero preguntemos al Señor con el profeta, diciéndole, Señor quién puede hospedarse en tu tienda y habitar en tu monte santo? (Sal 14,1). Hecha esta pregunta, hermanos, oigamos al Señor que nos pone en guardia, nuevamente nos responde y nos muestra el camino de su tabernáculo, diciendo: El que procede honradamente y practica la justicia, el que tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua, el que no hace mal a su prójimo ni difama al vecino (Sal 14, 2-3); el que rechazando del área de su corazón al diablo maligno y tentador, lo redujo a la nada junto con su misma sugestión (cf. Sal 14,4; Vg.), frenó sus nacientes designios y los estrelló contra Cristo; los que, temiendo al Señor, no se engríen de su buena observancia, antes convencidos de que esos mismos bienes que ven ellos no proceden de sí mismos, sino que son obra del Señor, magnifican al Señor que actúa en ellos, diciendo con el profeta: No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria (Sal 113,9). Como tampoco el apóstol Pablo se adjudicó los frutos de su predicación, diciendo: Por la gracia de Dios soy lo que soy (1Co 5,10).

RB. Pról. 14-32