domingo, 15 de julio de 2012
Proclama mi alma la grandeza del Señor
Del hecho de que Cristo haya nacido de María y de que nos ha incorporado en su Cuerpo Místico, automáticamente se sigue que María no es solamente la Madre de Cristo, sino también la nuestra. Naturalmente es una maternidad espiritual, no física. Hay una estrecha analogía entre nuestras relaciones con nuestra madre carnal y la Santísima Virgen, pero como toda analogía sólo en parte es verdad. En el orden humano, después de un lapso de tiempo, podemos caminar sin nuestra madre. Ella puede morir, mientras que nosotros podemos seguir viviendo. Si ella no muere, podemos independizarnos de ella. Este no es el caso en el orden de la gracia. Podemos ser adultos, pero espiritualmente dependemos siempre de nuestra Madre. Dicho de otro modo: espiritualmente, sólo alcanzamos nuestro pleno crecimiento, nuestra talla de adulto, en el momento de la muerte.
Dom Ambrose Southey
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